Hoy en día los parques fotovoltaicos o instalaciones fotovoltaicas de Utility Scale están cada vez más adaptados al entorno ambiental que les rodea. Ignacio de la Maza Callejas, compañero del Departamento de Ingeniería de Greening-e, nos explica esta evolución tan positiva para el medio ambiente.

Quienes hayan tenido la oportunidad de trabajar en el apasionante mundo de la generación eléctrica mediante la tecnología fotovoltaica desde sus inicios más consolidados (en el “boom” que hubo durante el periodo 2007 – 2011, aproximadamente), en el sector de lo que hoy en día se denomina “Utility Scale”, habrán sido testigos en primera persona de su evolución desde el punto de vista de las soluciones medioambientales. Muchos estarán de acuerdo en que esta ha consistido en una serie de adaptaciones que las ha llevado a estar más en armonía con el espacio que las rodea. Esto ha resultado en lo que se podría denominar como “escenario de permeabilidad” de los parques fotovoltaicos con el entorno.

Y es cierto que las instalaciones fotovoltaicas de Utility Scale, aunque han crecido en envergadura asombrosamente en el periodo referido (pues anteriormente una instalación de 15 MW podía ser un gran parque fotovoltaico, mientras que hoy en día una de 150 MW comienza a ser clasificada como de tamaño medio), están siendo cada vez menos señaladas por parte de los organismos ambientales y agentes implicados como construcciones destructoras de hábitats naturales. Ello, sumado al interés cada vez más patente por parte de los fondos financieros en participar en medidas que ayudan a minimizar el impacto ambiental, ha desembocado en el hecho de que este tipo de instalaciones, aunque todavía muy contraindicadas en espacios de protección especial como Red Natura 2000, encuentren la posibilidad de planificarse en lugares donde existen otras figuras de protección.

«Pérdidas de hábitat» en los inicios de los parques fotovoltaicos

En sus inicios los grandes parques fotovoltaicos solían provocar en el medio importantes “pérdidas de hábitat” principalmente por las siguientes causas:

  • La construcción de un parque fotovoltaico implicaba en muchos casos grandes movimientos de tierra. Estos tenían como propósito conseguir una superficie lo más llana, compacta  y homogénea posible. Además desembocaban en una destrucción directa de los estratos superficiales del terreno y una transformación que lograba la acomodación del terreno a los fines necesarios. La mayor parte de estas instalaciones se montaban sobre estructuras portantes que lograban su estabilidad frente a fenómenos naturales (llámese: “fuertes rachas de viento”) gracias a técnicas diversas que en su mayoría implicaban el uso de grandes cantidades de hormigón. Esto era bien mediante enormes losas a modo de lastre o de larguísimas e interminables zapatas corridas en el terreno a modo de cimentación. Todo ello implicaba mantener unas condiciones homogéneas de los estratos más superficiales del terreno poco favorables a la aparición de vegetación.
  • Estas instalaciones eran elementos con propósitos herméticos en los que la fauna y la flora no eran bienvenidas. Se llegó hasta el punto de haberse generalizado el uso de compuestos fitosanitarios con el objetivo de minimizar la presencia de insectos y vegetación. Esta práctica se ha demostrado perniciosa en una ventana temporal cuyo intervalo supera la vida útil de la instalación. Esto es porque deja restos químicos en el terreno cuya toxicidad impide el desarrollo natural de la vida incluso durante los años posteriores al desmantelamiento de la planta.

Nuevas medidas para eliminar los efectos negativos

Por el contrario, hoy en día se han incorporado las siguientes medidas estrella que consiguen minimizar al máximo los efectos negativos comentados anteriormente:

  • La gran mayoría de parques fotovoltaicos se ejecutan mediante la técnica del denominado “hincado estructural”. Esta técnica consiste en la penetración por percusión de los pilares de la estructura portante directamente al terreno. Esto, si se han realizado los debidos estudios previos necesarios, permite ejecutar una planta sin prácticamente haber realizado ninguna transformación del terreno y sus estratos. A su vez, esta técnica se ha consolidado como la mejor alternativa a cualquier uso de cimentaciones para aquellas zonas estratégicas dentro de un parque fotovoltaico que no necesiten de ningún refuerzo especial.
  • El uso de productos fitosanitarios se ha visto reemplazado por una presencia muy destacable de avifauna y ganado. Estos participan de manera activa en el control de los insectos y la altura de la vegetación en el interior del recinto de la planta. Es evidente que nadie en sus instalaciones desea la presencia de insectos o roedores. Y es que indudablemente pueden provocar alteraciones en el funcionamiento ordinario del generador. Sin embargo, también es cierto que la propia incorporación elementos naturales en el interior de las instalaciones desencadena espontáneamente una dinámica de reservorios de diferentes especies en diferentes épocas del año. Y esto se ha confirmado como el mejor mecanismo de control ante cualquier crecimiento poblacional de cualquier especie.

Soluciones que permiten la mimetización con el entorno

No era necesario esperar a que el rendimiento de estas infraestructuras diera como opciones viables soluciones que han resultado ser tanto o más ventajosas para el medio ambiente. Con el transcurso de los años, la participación de los diferentes organismos, especialistas e inversores en todos los escenarios medioambientales posibles ha permitido establecer puntos de encuentro que han logrado revestir a la tecnología con soluciones tan conciliadoras que su respeto por el medioambiente es hoy en día indiscutible. Así, se ha dotado al sector de un abanico tan enriquecido de conocimientos, que con inversiones razonables se logra que estas plantas alcancen el estatus de mimetización con su entorno.


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